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Chema Buceta consiguió el pasado 31 de Enero algo que, a priori, podría resultar difícil de creer: que un sábado por la tarde el aula de un colegio se llenara para hablar sobre formación y deporte. Una clase se llenó de entrenadores de distintas disciplinas que llegaron dispuestos a empaparse de los conocimientos y la experiencia Buceta que, una vez más, derrochó generosidad con sus palabras. Todo esto ocurrió en el Colegio Liceo Sorolla. También contó con la presencia de Miguel Collado, Coordinador de Deportes del colegio, Juan José Hernández Liras, Vicepresidente y responsable del Área de Formación de la Asociación de Baloncesto Colegial y Pablo Martínez Arroyo; Director General de la misma.
La charla comenzó con una reflexión sobre la cantidad de veces que como entrenadores pensamos que transmitimos mensajes que son muy claros y que, sin embargo, el jugador no entiende; “la única manera de solucionar esto es hablando de cosas concretas y no de términos generales que cada uno interpreta a su manera”. El psicólogo resaltó en numerosas ocasiones la importancia de una buena comunicación dentro del deporte, tanto entre entrenadores y jugadores, entrenadores y demás miembros de los clubes, así como entre los propios jugadores. De ahí a que, por ejemplo, “la información que se de en un partido tiene que ser muy sencilla, muy clara, muy poca y en los momentos en los que el jugador no está concentrado en el juego, como un tiempo muerto”, que es “donde realmente el jugador puede asimilar lo que le estamos pidiendo”.
“El baloncesto es un deporte en el que el entrenador juega; pero tiene que saber en qué puesto y jugar bien su papel”. Si realmente quiere que el equipo mejore y juegue bien es necesario cuidar mucho los detalles y ser consciente de que “el hábito se desarrolla en el entrenamiento. Los buenos entrenadores tienen que estar muy activos en el entrenamiento y muy tranquilos en el partido. Sino aprendemos el hábito en el entrenamiento no lo haremos en el partido”. Y dentro de los entrenamientos cuidar mucho los ejercicios que planteamos ya que “lo importante no es el ejercicio, sino cómo se usa el ejercicio”. No se puede pretender que un jugador que en un entrenamiento haga un ejercicio y de mal los pases, luego vaya a hacerlo bien en el partido. “Para que pasen mejor, hay que desarrollar el hábito de pasar bien el balón en los ejercicios sencillos”.
Buceta aprovechó también para hablar del error: “el partido perfecto no existe, el error forma parte del juego (…). Yo no conozco a ningún jugador que falle aposta. El único jugador que no comete errores es el que no hace nada”. Por este motivo hace falta fomentar que los chicos y chicas se atrevan a hacer cosas. “Queremos jugadores que comentan errores, lo que hay que ver es qué tipo de errores”. Así, explicó la diferencia entre errores que tienen que ver con la precisión; como fallar un pase o una canasta; y los errores que tienen que ver con el esfuerzo: “no se puede permitir que un jugador pierda un balón y se quede de brazos cruzados en lugar de bajar a defender”. Lo que hay que hacer es “enseñar los hábitos que caracterizan a un buen jugador”.
El psicólogo y profesor de psicología animó en todo momento a los asistentes a que participaran, sacando en diversas ocasiones a distintos voluntarios y fomentando la comunicación entre ellos para debatir sobre algunas cuestiones. La primera de ellas llevó a reflexionar sobre la importancia de la motivación: “la motivación es la gasolina del deportista. Sin motivación el jugador no puede funcionar”. De ahí a que “el entrenador tenga que estar constantemente echando la gasolina de la motivación”. Por supuesto, “el primero que tiene que estar motivado es el entrenador, pero tiene que ser capaz de transmitirlo”.
“La motivación es clave porque el deporte supone sobresfuerzo. Esta es la clave del deporte como herramienta educativa”. Aquí, distinguió entre la concepción del deporte como una actividad de ocio, o como una actividad formativa para la persona y el deportista, en la medida en que “exige compromiso, disciplina y sobresfuerzo”.
Además, es preciso destacar que “el objetivo del deporte de base no debe ser ganar”, al ser ésta una motivación de riesgo. “El objetivo del entrenador de base debería ser formar a los chicos. Que los chicos saquen partido del deporte como personas”. Y a la gente se la motiva “desarrollando un interés por mejorar. Tenemos que hacer que los jugadores vean que mejoran y que son útiles para el equipo”. Esta premisa sirvió para enlazar con el concepto de equipo. “Es muy difícil que un jugador colabore con el equipo sino ve que de él puede sacar algo a nivel individual. La tarea del entrenador es conseguir que todos los jugadores se sientan partícipes de lo que está pasando. Esto sólo se consigue si le damos a cada jugador una importancia”. Y es que “una de las tareas del entrenador es buscar experiencias de éxito para su equipo. Los chicos pueden motivarse aunque no ganen cuando realmente se sienten protagonistas, partícipes y mejoran”. Es justo y únicamente el momento en el que “el jugador pierde el interés por mejorar cuando lo hemos perdido”.
Cuando uno se convierte en entrenador de base tiene que tener claro dónde está y aprovechar al máximo los jugadores que tiene. “Los mejores jugadores son los que son de tu equipo”. Por ello, la labor principal es lograr el máximo de cada uno de ellos, a pesar de que “no exista un equipo en el que siempre gusten todos”. Sobre todo, tener en cuenta que “no son videojuegos que tú tienes para hacer lo que quieras hacer. El protagonista es el jugador; no el entrenador”. Igualmente, no conviene olvidar que el jugador merece un respeto y que la exigencia no es incompatible con él.
También hubo tiempo para hablar sobre la competición, siendo esta “la gran oportunidad formativa para los jóvenes. La competición, el jugar para intentar superar al contrario y para intentar superarme a mí mismo es lo que hace que el deporte tenga un valor educativo tan importante”. Esto no puede verse alterado por las ganas que uno tenga de ganar. “Hay que tener claro que voy a jugar con mi equipo una serie de partidos y que unos van a ir mejor y otros peor. Mi tarea es que desde el minuto 1 al 40 yo esté haciendo mi labor con independencia del marcador”. Es más, “tú puedes dirigir un partido en el que ganes o pierdas realmente disfrutes; cuando realmente tienes unos objetivos de mejora y que el equipo pueda cumplir”. Dado que, en definitiva, “todos los partidos tienen cosas buenas y malas con independencia del resultado”.
“El entrenador tiene que tener una estabilidad emocional en la victoria y en la derrota. Lógicamente, estarás más contento cuando ganas y cuando pierdes; pero tu imagen exterior y tu conducta con los jugadores tiene que ser muy parecida”. Esto forma parte de los esfuerzos del entrenador. “También el entrenador tiene que hacerlo. Le pedimos al jugador que cuando esté cansado corra, que siga luchando pero… ¿qué sobresfuerzos estás dispuesto a hacer tú como entrenador?”.
Posteriormente, se comentó sobre el papel que los padres también ejercen dentro del deporte y de la necesidad de una buena comunicación con ellos. “Los padres tienen que formar parte del asunto. Tienen que entender que si el entrenador va por un lado y ellos por otro al final el niño es perjudicado”. Tienen que conocer el objetivo del entrenador.
Finalmente, cabe señalar e incidir en la necesidad de establecer objetivos comunes dentro de los equipos. “Siempre hay que intentar que los subgrupos que se formen nunca sean lo suficientemente fuertes como para eclipsar el grupo”. Para lograrlo, es imprescindible fomentar la cooperación entre la gente. “En un deporte colectivo hay que reforzar mucho las conductas de cooperación como el pase o la ayuda defensiva”. Sólo así se “creará un clima que transmita que el apoyo es importante”.
En cualquier caso, “tenemos que buscar todos los días algo positivo que los chaveles hayan hecho. Pase lo que pase en el partido la sensación que tiene que quedar es que en esa semana han pasado cosas buenas”.
Desde luego, la charla fue más que productiva, y agradecemos enormemente a Chema Buceta su colaboración con la Asociación de Baloncesto Colegial y la manera en que es capaz de transmitir tanto conocimiento. Asimismo, gracias al Colegio Liceo Sorolla por haber acogido esta actividad y habernos abierto las puertas.
¡Que el motor de la motivación no se quede nunca sin gasolina!