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Jota Cuspinera, entrenador asistente de Pablo Laso en el Real Madrid de baloncesto, volvió al colegio Areteia el pasado 6 de mayo, en la semana en la que jugará su segunda Final Four de la Euroliga, la competición de clubes profesionales más importante de Europa. El colegio miembro de la ASOCIACIÓN DE BALONCESTO COLEGIAL, ya tuvo el honor de recibir hace poco más de un año otra visita de 'coach Cuspinera'. Su público, en esta ocasión, fueron algo más de 100 alumnos, que durante cerca de dos horas disfrutaron como siempre de su magia…
Esta vez el título elegido fue “Jota: experiencias de mi vida”. El entrenador se dirigió a un público nuevo, con un guión similar a la última ocasión, con un contenido mucho más amplio y con muchas novedades. Y como todo mago, abrió con magia y cerró con magia ante los aplausos de los sorprendidos alumnos. Entre medias nos recordó que “la magia dura lo que dura el deseo”, que “todos somos el centro de nuestro propio universo” y que “a veces nuestros mejores maestros los tenemos al lado, no los sabemos reconocer y sin embargo vamos a lejanas montañas a buscarlos”.
Además de los alumnos, a la charla de Jota asistieron grandes personalidades del Baloncesto Colegial de Madrid, como Juan José Hernández Liras, profesor de Areteia, vicepresidente de la ABC y promotor del encuentro, o Gabriel Alemany, Fundador y Director de Basket Spirit y JG Basket, sin cuya colaboración la ABC no contaría con la calidad de vídeos y de imágenes con las que Gabriel nos obsequia en cada edición del torneo. Junto a ellos, presidió el acto Luis García, jefe de estudios del colegio Areteia.
Jota no se quiso ir sin felicitar a la estrella colegial Paula Sáenz, por los logros conseguidos en estos dos últimos años con su colegio, algo que le llevó a poder disputar el All Star colegial 2012, donde fue elegida nada menos que MVP del partido... pero también quiso recordarle la importancia del EQUIPO. Y para explicar lo fundamental de la aportación de otros, que no reciben los aplausos del público, se apoyó en el caso de los trapecistas que, después de su exhibición y mientras están recibiendo las felicitaciones de los espectadores, lo primero que hacen siempre es subir a dar las gracias a sus ayudantes; anónimos compañeros que, al lanzarles con tanta precisión los trapecios, se convierten en una parte fundamental de su éxito.